miércoles, 4 de abril de 2007


Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

Buen augurio, mal augurio


Hay muchas recetas y consejos para llegar a lo que se llama un buen matrimonio que alcanzarían para llenar varios volúmenes. Las afinidades en cultura, conocimientos y gustos son celebradas como buen augurio. Por el contrario, las uniones entre personas con culturas diferentes y lejanas no tienen buen augurio, de inicio, y requieren de una apertura y madurez especial para aceptar y celebrar los diversos orígenes, costumbres y creencias. Cuentan que Jorge Luis Borges, con su su iluminada mirada, más allá de su ceguera dijo:

Uno no puede casarse con alguien que no sabe
qué es un poncho o lo que es el dulce de leche.


-Citado por Adolfo Bioy Casares.Borges.Ed Destino.p, 1595.Bs. As.2006
- poncho: capa de origen incaico, de una sola pieza, tejida con lana de camélido andino –llama, alpaca, vicuña o guanaco- con abertura para introducir la cabeza.
- dulce de leche: postre muy familiar con base en leche y azúcar que, por el cocimiento lento, llega a un punto en que se torna al color ambarino o café .Se le conoce con diversos nombres en toda la América latina. Este postre es muy apreciado en Argentina, Perú, México.

Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

Cuando uno se hace viejo

Hay 14 cosas que me llaman la atención en este asunto de hacerse viejo, las he consignado, entre sorbo y sorbo de café humeante y espresso, en este invierno boreal que se me ha hecho más largo y frío que de costumbre.

La vejez se añora cuando se es joven, pero cuando llega no la reconocemos ni aceptamos.
Cuando soy joven digo: El día que sea viejo seré feliz. Pero he aquí que siendo viejo, un día, no me gustó que me dijeran que ya era viejo.
Cuando fui joven decía: Seré feliz cuando llegue a viejo pero cuando soy viejo no encuentro la supuesta felicidad que da el ser viejo.
La tarea del viejo es la misma que en otras etapas de la vida: seguir aprendiendo a vivir el instante presente.
No hay etapa de la vida que sea feliz, gratuitamente, en cada etapa he de descubrir a la oculta felicidad en los instantes y en las cosas más simples.
El niño brinca, corre, el maduro camina con buen talante, el viejo siente cada paso y contempla.
Cuando uno es joven sólo se siente a gusto en grupo, con amigos. Cuando se llega a maduro goza sintiéndose acompañado con su pareja. Cuando llega a viejo sabe cómo sentirse cómodo estando consigo mismo.
La diferencia entre mi juventud y mi vejez es el paso de la pasión a la compasión, para con todo ser vivo.
Me río de los eufemismos de nuestra cultura para llamar a los viejos. Se les nombra como gente de la tercera edad, gente en plenitud, gente de la edad dorada. Soy breve, me gusta el pan sin condimentos, me gusta la palabra viejo.
El niño celebra su energía, el joven muestra su fortaleza, el viejo ofrece su palabra pausada y sus canas, con un cierto encanto.
Se preguntaban dos amigos ¿cómo sabremos que ya estamos viejos? El más prosaico dijo: Cuando al orinar nos mojemos los zapatos y el otro comentó: Cuando tengamos 80 pero queremos aparentar que tenemos 40.
Cuando fui niño le decía a mi padre con cariño: Mi viejo, y el me sonreía. Descubrí que mi padre no se ofendía con esa palabra, la celebraba, su trabajo le costó.
La palabra viejo es tan bella como la palabra joven, me gusta, sin adornos.
He descubierto el gozo de hacerse viejo caminando de la mano con mis árboles y con mis perros. Me descubrí hace unos días llamándole: Mi querido Viejo, a mi buen Alí…de 14 años caninos, lo que sería unos 90 años humanos…


Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

¿A dónde va el mundo?

Una pregunta cada vez más escuchada por mí es ¿A dónde va el mundo? .Esta pregunta es formulada y respondida en diversos tonos emocionales y lógicos. Sin embargo más que preguntarse a dónde va el mundo hay que preguntarse ¿a dónde vamos los humanos? Unos van guiados por su ideología a sentarse sobre el mundo como emperadores, como dueños de todo, como depredadores y consumidores de los recursos naturales para llegar a una equivocada felicidad consistente en vivir para consumir y no consumir para vivir. Por otro lado, hay una corriente de pensamiento y acción que viene desde hace milenios desde el oriente donde se tiene una visión sobre la naturaleza humana y sobre el papel de lo humano en el mundo. Esta visión, no pone a lo humano como coronación de los seres vivos, sino como una especie más que debe convivir con respeto e interdependientemente con los de más seres vivos. Según esa forma de ver la vida somos seres responsables del presente y el futuro del mundo, de la vida o de su extinción. Lo humano está sujeto a error y acierto a conjetura y error. Así avanzamos, Los demás seres vivos guiados por su programa son perfectos, no mienten, ni se mienten, son ellos mismos, leales a su naturaleza. Lo humano es falible, equívoco, errático y por tanto necesita de continuas rectificaciones.Por tanto, necesitamos, urgentemente, una visión y acción renovada para con-fluir o fluir juntos durante el paso por este mundo. Necesitamos recordar que la vida no comienza ni termina con nosotros, sino que es un sistema de relevos humanos.Cuando me pregunto: ¿a dónde voy en la vida? he de responderme en un nivel personal pero al mismo tiempo con la conciencia de que formo parte del tejido de la vida. Con mis palabras, pensamientos y acciones estoy influyendo en la marcha global del mundo -en una escala tal vez insignificante, aparentemente, pero real ,tan real, como la semilla sembrada en la tierra o la gota que unida a otras gotas forman un huracán o el minúsculo grano de arena que unido a millones forman una playa de imaginación.

Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera

Los libros que leemos

Cuando fuimos niños nos enseñaron a leer libros escritos por otros. Pasando los años, si estamos en un estado de consciencia despierta aprendemos a leer otro libro como es el cielo nocturno poblado de luminarias grandes y pequeñas cercanas y lejanas .En la tierra hay un libro maravilloso a nuestra disposición donde leemos sobre los días y los tiempos, los climas y las estaciones y sus múltiples relaciones con las plantas y los animales. Pero andando los caminos de este mundo llega el día en que la vida nos regala la oportunidad de aprender a leer el gran libro de las señales. Sí, las señales que la vida nos ofrece. Hay circunstancias en la vida cuando nos levantamos temprano para buscar una señal. Mucha gente cree que es poco razonable buscar una señal. Tienen razón, las señales se buscan no con la razón lógica, lineal y calculadora sino con la brújula de la intuición. Cuando los humanos no pueden leer ni traducir el libro de las señales de la vida es porque no están en un estado de espíritu y si están en esa disposición de ánimo y piden una señal, no falla la respuesta, se produce como resultado fluido y natural de una petición que brota desde el fondo de la vida.

Cartas del Desierto

Guillermo Pareja Herrera


Iban dos rancheros

La gente del desierto capta la vida y el paisaje por la mirada y por el oído. En el desierto se despierta un estado de magia cuando, alrededor de la taza de café alguien comienza con un relato, algo tan sencillo como: Iban dos rancheros a caballo… y con eso los oyentes estarán absortos viendo la polvareda que se levanta y escuchando los cascos de los caballos. La gente de las grandes ciudades se aburre con los relatos.Aquí los gozamos. La convivencia humana se alimenta por la tradición oral y la gente del desierto es amante de los refranes y proverbios que aplican con propiedad y sentido del humor.Los inviernos recluyen a la gente en sus casas junto a la estufa de leña y ahí se cafetea y se platica.Ahí nacen las historias que pasan de padres a hijos, y que comparten amigos y vecinos. Esa forma de relatar la vida es desconocida en las ciudades donde se vive en el vértigo de las imágenes. Aquí, el ritmo de la vida nos lo da el desierto.