viernes, 20 de febrero de 2009

Pasando

Allá en la tierra verde, donde termina México me detuve ante un gran Flamboyán y en medio de sus flores rojas puede leer en una ruinosa y blanca pared que sirvió de fondo como un pizarrón en la floresta: Somos gente pasando. Han pasado los días pero estas tres dichosas palabras se han encajado en mi alma. ¿Quién las escribió? Nunca lo sabré. Pero estoy agradecido a quien las dibujó en ese muro blanco. Me ha regalado uno de los recordatorios más formidables y poderosos que puede albergar la conciencia humana. Somos seres de paso en este mundo. Llegamos y aprendemos muy pronto a estar de pie y luego a dar un paso y otro paso hasta que un día comprendemos que nuestra íntima naturaleza y destino es estar de paso. Como dirían los clásicos: somos el Homo Viator. Sin embargo, nada más lejano a esta iluminación que el desentenderse del mundo y sus problemas y anhelos. Quizá el arte de vivir se trate de estar tan comprometidos con el bienestar y el bien ser del mundo, como si nos fuéramos a quedar en el eternamente y al mismo tiempo sentir la libertad interior para andar ligeros de equipaje como si nuestra estadía en el mundo fuera sólo por un día.

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