Durante años de mi vida mi contento fue aprender, leer, meditar. No me atrevía a escribir porque no tenía nada que decir. Pasaron muchas lunas e inviernos y un día descubrí los libros de ciencias y los libros de poesía. Aprendí que no existe el último y definitivo libro en esos campos. Liberado de ese peso tomé el papel, la tinta y las letras entre mis dedos. Hoy puedo contribuir con mi semilla, con mi granito de arena tomado de la gran playa. Cuando les llegue el tiempo darán fruto. No será necesario que yo esté en este mundo.
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