domingo, 12 de febrero de 2012

Valladares

Los rancheros, granjeros, huerteros acostumbran en nuestro desierto la plantación de álamos y pinos para formar una valladar contra los inclementes vientos y abrigar así a sus pequeños frutales, hortaliza, y a todo viviente cuando los tiempos se desatan. La gente de nuestro desierto toma claro partido por el calor o el gusto por el frío. Pero el viento que arrastra cuanto está en su camino no tiene admiradores. Y de ahí la necesidad de los valladares o cortinas frente al aire. En esos días  en que buscamos el resguardo entre nuestras cuatro paredes -no sólo del clima sino de la terrible inclemencia social-  me llega el eco lejano en tiempo y espacio de mi buen Basho quien decía: La tempestad de invierno / Se escondió entre los bambúes, / Y amainó en silencio. Sí, los flexibles altos y mansos bambúes cumplen la misma función de detener con suavidad al viento inclemente que termina escondido y amansado en su follaje silencioso.

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