martes, 3 de abril de 2012

Aterrizaje

Algún autor mexicano, que no recuerdo, dijo que leer, en esta parte del mundo, es una excentricidad ,porque  en el país del tequila, tenemos infinito número de cantinas e infinito numero negativo de no-librerías y no-bibliotecas .En un programa de radio alguien comentó que la sola Barcelona tiene más librerías que toda la nación mexicana. Verdades que ruborizan o producen un encogimiento de hombros. De esas consideraciones podría concluirse que leer es uno de los actos humanos más excelsos al cual aspirar. Puedo decir que leo y leo con gusto, curiosidad y entusiasmo desde niño y no veo razón de peso, que me llevara a dejar de leer un día   - a menos que mi vista se nublara y me dejara en la orilla de un mundo gris o amarillento, un país de sombras iluminadas como alguna vez declaró sin dolor mi querido Jorge Luis Borges. Pero en el leer hay una ironía. Tomo entre mis manos un grueso volumen o un sencillo panfleto de 20 páginas y ¿qué sucede? Sucede que más allá de la riqueza de los conceptos, imágenes y afirmaciones o negaciones contenidos en esas playas de papel y tinta sólo tengo consciencia, más o menos clara, precisa y concisa de la línea que estoy leyendo pero es absolutamente imposible recordar todas las palabras leídas del dichoso texto y menos intentar el recuerdo de la tercera línea de la página 7, de la 17 o de la 49. Por otro lado, si la vida nuestra es como un libro, no me es probable recordar dónde estuve y que hacía un 17 de julio de 1954 a las 12 del día y si pruebo preguntarme, con la misma hora, de hace dos semanas es la misma improbabilidad. Todo lo dicho se resume en que lo único asible y real es este instante presente. Así creí durante algún tiempo hasta que, mi  muy querida  Wislawa Szymborska, me bajó de la nube de las palabras en la que tanto me gusta pasear y le estoy agradecido desde mi corazón:


Las tres palabras más extrañas

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.



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