miércoles, 11 de abril de 2012

Gozos gloriosos

Cuando uno se instala provisionalmente en una capital europea como la Roma Eterna, con una gran dosis de entusiasmo y poco dinero en la bolsa  -como suele suceder en la gloriosa y lejana juventud de un latinoamericano estudiante, sucede lo que a Julio y su Aurora dando cuenta de su gloriosa capacidad para el disfrute de las pequeñas glorias de la vida  –mientras hilvanaba cada página de su gloriosa traducción de Allan Poe. Veamos, gustemos, imaginemos: “Está demás decirte la forma en que Aurora y yo estamos cultivando la pizza romana. Aparte de deliciosa, aparte de ser la locura más inconmensurable del sistema solar, es barata y nos deja felices y repletos como gatos. Frecuentamos a tan bucólico fin  las viejas trattorias de la vía della Vite, delle Carrozze, y varias más. Pedimos 2 a la napolitana y medio litro di Bianco. Y lo saboreamos todo despacito, dejándonos llevar por ese gusto de no hacer nada después de un día de trabajo.”[1]. Lo que hace la diferencia entre unos y otros seres humanos es ,en parte, si cultivamos la gloriosa capacidad para el disfrute de las pequeñas glorias de la vida





[1] Cartas a los Jonquieres,189

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