domingo, 9 de diciembre de 2012

Abandonadas







Me estremecen las casas abandonadas. Vandalizadas, grafiteadas, refugio de vagabundos, migrantes o la versión local de los homeless , es decir, residuos humanos de la pobreza o de las guerras. Techos que se hunden, humedad que devora a muros puertas y ventanas. La hierba levanta los pisos y devora lentamente a la casa para recordarnos que la natura siempre es primero y la cultura urbana es  una invasión arribista. Familias envejecidas, familias que huyeron por la violencia “al otro lado”, familias a las que la crisis económica crónica hundió y pasaron de la hipoteca al desahucio y al despojo. Para esos moradores ¿qué queda si vuelven a pasar delante de esas ruinas? Solo queda esa fortaleza de la infancia ,ese valladar ,esa catedral que nada ni nadie puede tomar por asalto y arrebatarnos. Los pueblos de nuestro desierto son ricos en estas historias.


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