domingo, 9 de febrero de 2014


Me llama la atención las casas de antigüedades, los puestos de libros viejos,las vecindades en las grandes ciudades con ese olor rancio inconfundible. En ese reino del reuso o ,como se dice ahora del reciclaje, hay una especie de omisión, un pasar por alto, un olvido. Esos libros, esas casas, esa ropa, esos zapatos, esa mesa tuvieron otros dueños niños grandes y viejos que leyeron caminaron, dormitaron e hicieron su tarea en la mesa en la que me tomo el café y leo el periódico. Hay gente fóbica a lo viejo y usado aduciendo cosas de las energías y otros seres humanos tienen devoción por lo viejo y pagarán hasta lo impensable por hacerse de una sopera de porcelana. Para los muchos, no les importará comprar ropa de segunda mano importada de los Estados Unidos. Por todo esto, creo entender lo que nuestro querido Jose Emilio anotó: La gente llega,vive,sufre,se muere. Vienen los otros a ocupar su sitio y la casa arruinada sigue viviendo. Y esta es la historia sin fin del mundo, con sus aldeas, pueblos y mega ciudades donde todo será ocupado por aquellos que en en instante aún no han nacido. 


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