Decir “finalidad” es aludir al para qué de algo. Si nos preguntamos por el
para qué de nuestra vida podemos dar casi incalculables respuestas. Cada tiempo
de la historia humana suele privilegiar el para qué estamos vivos y el para qué
nuestros afanes cotidianos. La segunda mitad del siglo 20 y lo que va de este
siglo 21 parece que gira en torno al deseo de “prosperar” y vivir la
“prosperidad material”. Ante este
panorama Elena Poniatowska hizo esta anotación luminosa en su libreta de
reportera: “La finalidad de la vida no es
prosperar –solamente- sino
transformarse” es decir, ganar
conciencia clara y congruente de
nosotros, de los seres humanos y del mundo –en el que vivimos
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