La palabra árabe usada para literatura es Al-adab, que deriva de una palabra que significa invitar a alguien a comer y que implica matices de cortesía, cultura y enriquecimiento personal. Quienes hacemos literatura guisamos, horneamos y compartimos con los seres humanos alrededor de nuestro pequeño mundo una comida sin fin. Por otro lado, la literatura árabe de los desiertos, nos invita a viajar por los jardines reales y los de la imaginación donde descubrimos que decir jardín y decir paraíso es lo mismo. Esos jardines, ese paraíso, nos han llegado a través de cuentos hechos de palabras, guardados en libros que caben en la bolsa de nuestro saco. No es extraño que un libro sea un jardín, un paraíso que está en nosotros, nos acompaña y lo que es más atrevido, nos invita a convertirnos en jardines floridos, perfumados, excitantes e íntimos. La literatura, el paraíso, los jardines, los libros, tienen la rara cualidad de la levedad, en la que podemos remontarnos en un vuelo que nos permita ver la cotidianidad de nuestra vida en la tierra, con sus miserias y angustias, transformada por un rayo de luz clara y penetrante.
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