Pareciera ser que en el proceso de maduración humana, como se da en la naturaleza, en las frutas, nuestro ser se manifiesta contradictorio. Cuando somos niños nos fascina el descubrimiento del mundo exterior y esa fascinación se extiende a la adolescencia y a la juventud y casi llegamos a considerar que la exterioridad es toda la realidad y la realidad sólo está en la exterioridad. Pese a ello hay momentos en la vida ,particularmente las grandes emociones y sentimientos así como las pérdidas, enfermedades y otras vivencias que nos conducen calladamente al más grande de los descubrimientos que podemos hacer: introducirnos en el gran territorio de nuestra interioridad, en sus vastas llanuras, en su altas cimas en su profundas y abismales simas. Sabedor de todo esto Jung nos deslizó brevemente esta certeza: Quien ve hacia afuera sueña, quien ve hacia adentro despierta. Sumado a este pensar recuerdo que en la universidad descubrí que el uno de los pocos propósitos que tenemos en esta vida, sea larga o corta, es despertar. Son muchas las confluencias de hombres y mujeres sensibles y sabios que han pasado por este mundo. La ignorancia, vivir de espaldas, es pasar la vida dormidos ignorando quiénes somos realmente y para qué nos tocó llegar a este mundo temporalmente. Jung con Sócrates y ambos con Buda se dan la mano en esta tarea fundamental: despertar
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