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viernes, 29 de octubre de 2010

Dormidos y despiertos

Pareciera ser que en el proceso de maduración humana, como se da en la naturaleza, en las frutas, nuestro ser se manifiesta contradictorio. Cuando somos niños nos fascina el descubrimiento del mundo exterior y esa fascinación se extiende a la adolescencia y a la juventud y casi llegamos a considerar que la exterioridad es toda la realidad y la realidad sólo está en la exterioridad. Pese a ello hay momentos en la vida ,particularmente las grandes emociones y sentimientos así como las pérdidas, enfermedades y otras vivencias que nos conducen calladamente al más grande de los descubrimientos que podemos hacer: introducirnos en el gran territorio de nuestra interioridad, en sus vastas llanuras, en su altas cimas en su profundas y abismales simas. Sabedor de todo esto Jung nos deslizó brevemente esta certeza: Quien ve hacia afuera sueña, quien ve hacia adentro despierta. Sumado a este pensar recuerdo que en la universidad descubrí que el uno de los pocos propósitos que tenemos en esta vida, sea larga o corta, es despertar. Son muchas las confluencias de hombres y mujeres sensibles y sabios que han pasado por este mundo. La ignorancia, vivir de espaldas, es pasar la vida dormidos ignorando quiénes somos realmente y para qué nos tocó llegar a este mundo temporalmente. Jung con Sócrates y ambos con Buda se dan la mano en esta tarea fundamental: despertar





miércoles, 14 de abril de 2010

Dormidos y despiertos

En este siglo 21 vamos de asombro en asombro y de sorpresa en sorpresa por las sacudidas de los fenómenos naturales. Somos testigos del paso de un devastador huracán y tsunami en Indonesia, de Katrina el huracán que ahogó a Nueva Orleans, el terremoto de Haití con un cuarto de millón de seres humanos muertos y un terremoto y tsunami en el centro y sur de Chile. Estos sucesos se volverán a repetir y están más allá de poder de nuestras manos. Lo que sí está de nuestra parte es la habilidad de prever, organizarnos y tejer fuertes vínculos que nos permitan afrontar con entereza y sabiduría esos embates cíclicos – los cuales no tienen la intencionalidad de dañarnos. Cuando le damos la espalda a esas realidades y las echamos al olvido será bueno recordar las viejas palabras: La muerte sorprende al hombre que, aturdido y distraído por el mundo, sólo se preocupa de su rebaño y sus hijos. La muerte lo atrapa como una riada que arrasa una aldea dormida. A diferencia de los demás seres vivos, los seres humanos somos los únicos en este planeta que tiene la consciencia de la muerte y sólo él la percibe. Esta consciencia puede operar grandes y positivos cambios en nuestra forma de vivir y de relacionarnos.

-El Dhammapada de Gautama, c.500 AC