Mi deseo de hoy –creo que no hay objeción en acariciar un deseo en cada amanecer- es sentirme como un turista asombrado y sorprendido en el desierto hasta el último día y por extensión en el mundo. La mirada del turista de corazón es fresca, entusiasta, sin polilla, es inquieta, inquisitiva, preguntona, reincidente. De niño me asombraban los turistas en mi ciudad y me preguntaba qué les llamaba la atención de lo que nosotros nacimos a ver y conocer. Un día comprendí que es cuestión de percepción y de actitud. Percepción o mirada nueva y actitud abierta para ir más allá de las comparaciones y de los juicios. Un turista modesto será aquel que no presume de conocer Paris si sólo lo ha visto desde un autobús durante un día y medio. De la misma manera un residente ciego será aquel que viviendo en su ciudad no se ha asombrado de todo aquello sobre lo que está puesto de pie todos los días. Decirme de diario que soy un turista o un ciudadano del mundo no es una frase de adorno, es una convicción vivida pues en cada mañana renace mi mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario