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jueves, 6 de enero de 2011

Otro viaje

En alguna ocasión he manifestado el gran gusto que siento al conocer otros horizontes de nuestro pequeño mundo, sus montañas desiertos, playas, mares, ríos y llanos. Y más allá de la natura me encantan las obras humanas desparramadas en pequeños parques, puentes, museos, artes, literatura.Todo ello tienen un denominador común: conocer el mundo exterior a mí mismo de manera formal a través del estudio o informalmente como un simple turista en el mundo. Sin embargo, estoy persuadido que el mundo interior es donde he descubierto los paisajes más asombrosos y sorprendentes. Dicho con otras palabras ser un turista en el propio mundo es algo interminable, intrigante, y fuego permanente de curiosidad. Tomemos como ejemplo en este caso un aspecto de nuestra mente como son las palabras y los pensamientos. ¡Qué asombro poder generar pensamientos construidos con palabras aprendidas en nuestro hogar y que esa cadena de pensamientos hechos de palabras puedan llevarnos a cambiar nuestra vida y al mundo mismo. En el recodo de un camino en los Himalayas estaba un letrero de madera envejecida con esta inscripción: Somos lo que pensamos. Todo lo que somos se levanta con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos hacemos el mundo. Las palabras tienen el poder de destruir y de sanar. Cuando la palabra que sale de tu boca es verdadera y bondadosa cambiará el mundo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

La mirada

Dicen que a nuestros padres los respetábamos y les tuvimos un cierto temor respetuoso.Los hijos del Hoy les tienen tanta confianza a sus padres que el respeto suele salir por la ventana.Me parece que los padres de hoy les tienen miedo a sus pequeños hijos.A mí me tocó vivir bajo el reino de la mirada.Fui un hábil escrutador y descifrador de la mirada de mi padre y de mi madre quienes conducían nuestras pequeñas vidas con la misma maestría como un buen jinete conduce a su caballo -sin lastimarlo, sin perder las riendas.La mirada, su mirada, me hace recordar la delicia de unas líneas de José Emilio Pacheco para trazarnos la viva imagen de un gorrión-niño o de un niño-gorrión:

Baja a las soledades del jardín
Y de pronto lo espanta tu mirada
Y alza el vuelo sin fin,
Alza su libertad amenazada

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un deseo

Mi deseo de hoy –creo que no hay objeción en acariciar un deseo en cada amanecer- es sentirme como un turista asombrado y sorprendido en el desierto hasta el último día y por extensión en el mundo. La mirada del turista de corazón es fresca, entusiasta, sin polilla, es inquieta, inquisitiva, preguntona, reincidente. De niño me asombraban los turistas en mi ciudad y me preguntaba qué les llamaba la atención de lo que nosotros nacimos a ver y conocer. Un día comprendí que es cuestión de percepción y de actitud. Percepción o mirada nueva y actitud abierta para ir más allá de las comparaciones y de los juicios. Un turista modesto será aquel que no presume de conocer Paris si sólo lo ha visto desde un autobús durante un día y medio. De la misma manera un residente ciego será aquel que viviendo en su ciudad no se ha asombrado de todo aquello sobre lo que está puesto de pie todos los días. Decirme de diario que soy un turista o un ciudadano del mundo no es una frase de adorno, es una convicción vivida pues en cada mañana renace mi mirada.