sábado, 15 de octubre de 2011

Los paños

Una imagen indeleble de la vida en mi casa paterna es el tiempo de los achaques invernales. Llegaban los resfríos, las fiebres, las paperas y el sarampión. Para cada achaque su medicina. La calentadora de agua  no descansaba para los mates y  las bebidas calientes con jugo de limón y miel de abeja en unos casos o para llenar la bolsa de agua caliente tan socorrida. Mi madre tenía una colección de blancos trapitos o paños de algodón que empleaba según las circunstancias. Unas veces el paño era frío otras veces tibio y en algunos casos se tenía muy caliente. Han pasado los años, muchos años y de esos métodos poco o nada queda pero las expresiones se resisten a marcharse .Con lenguaje metafórico y hablando de asuntos humanos deseables, indeseables o neutros todavía decimos: A este tema o a esta persona hay que aplicarle paños fríos –y el problema termina. O para denotar decisión: mi padre no se anda con paños tibios. Por lo contrario hay gente que quiere que le apliquen paños calientes para suavizarle un problema o recibir una dosis de cariño.


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