En el imaginario colectivo tenemos presente en nuestro desierto a la mítica imagen de las Siete plagas de Egipto con las que Moisés, en nombre de su Dios, azotó al Faraón y a su pueblo que se negaban a dejar partir a los hebreos esclavos. Una de esas plagas fue la peste que atacó a las vacas adelgazándolas hasta la muerte. En recuerdo de esa calamidad hoy decimos que estamos viviendo
tiempo de vacas flacas, flaquísimas, en toda nuestra patria y no sólo por la sequía, la hambruna, los grandes fríos y los grandes calores sino por una larga, costosa y dolorosa crisis social. Lo ulcerado, lo podrido, lo sangrante es
el tejido social,léase,el conjunto de interrelaciones entre los grupos, comunidades e individuos. Una de las causas de la degradación social es el tráfico y comercio de los narcóticos con dirección a Estados Unidos. El
tejido social está lastimado, ansioso, temeroso, paranoico, desconfiado, pues las pandillas grandes y pequeñas ha tomado de rehén a la población bajo toda suerte de intimidación, robo, asalto, extorsión, secuestro y muerte. Mi buen amigo Víctor Quintana firma así un artículo reciente:
Sexenio de vacas flacas y balas gordas. Unos mueren sufriendo rápido: otros sufren muriendo lento. Muchas muertes y malas vidas. Cualquiera sea la medicina ha de tener dos características: no es
dulce y tiene que ir a la
raíz del problema.