Me ha tocado en
suerte escuchar el lamento de no pocos seres humanos quejándose de la soledad,
como un estado intrínsecamente lamentable. Es cierto que la compañía humana es
la que tenemos en alta estima pero hay todo un mundo de mundos que nos rodea
afectuosamente y hay que agradecerle su compañía y proximidad. Mientras escribo
estas letras recuerdo como si fuera un susurro al corazón tres líneas[1]
de un buen amigo:
Golpea
el viento
mi
ventana me recuerda
que no
estoy solo