Cada etapa de la vida
tiene puesta su atención en algo
importante como puede ser el mundo de los niños que se dedica a
explorar,conocer,descubrir y el de los jóvenes adultos especializado en
construir. Pero qué decir de la tercera etapa de nuestras vidas ,donde pausada
o súbitamente tomamos consciencia de lo ya vivido y de lo escaso y breve que se
nos dibuja el futuro del que podemos disponer. Para cuando llega este tiempo de
la vida tomo prestadas las palabras de Mario de Andrade con un sentimiento de gratitud
y las deposito en mi mesa para una asimilación pausada mientras la pequeña ventana me permite divisar
el llano silencioso de este otoño.
“Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí
en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las
primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas,
comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten
estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va
a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su
edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más
capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si
soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchas golosinas en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con
toques suaves en el alma.
Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede
dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he
comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y
con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás…”[1]
[1] Mario de
Andrade. El valioso tiempo de
los maduros (Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño).
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