martes, 29 de octubre de 2013

Un tratado diferente






La humanidad lleva más de veinte años abocada a los llamados procesos de integración económica a través de los tratados de libre comercio entre naciones y conjuntos de naciones   -de los llamados primer, segundo y tercer mundo o países desarrollados y en vías de desarrollo. Me queda muy claro que el énfasis se ha puesto en la globalización de la producción de bienes, en la globalización de los mercados, en la globalización de los capitales que buscan invertir donde más ganancias puedan alcanzar en las mejores condiciones. Las democracias están condicionadas por el poder económico de unas quinientas empresas mundiales  y su capacidad de presión doblega a los representantes y gobernantes de naciones grandes, medianas y pequeñas. Lo último es que ha quedado al descubierto la inmensa telaraña de la maquinaria de espionaje norteamericano que partiendo de la tesis de combate al terrorismo, desde el Septiembre 11 de 2001 extiende sus tareas al campo industrial y de las materias primas   -sin dejar de escuchar las mismísimas conversaciones de los principales gobernantes del planeta. Pareciera que todo se reduce en este mundo a poder y dinero y a más poder y más dinero concentrado en pocas naciones y en pocas manos visibles e invisibles.  Hoy me pregunto 4 cosas: ¿No ha llegado ya la hora de pensar seriamente en que el mundo y la vida no es sólo un gran mercado para comprar, vender y especular, ni sólo un conjunto de tratados de libre  comercio? ¿No es hora de trabajar en la globalización de los seres humanos, es decir, no debemos alcanzar una integración humana?  ¿No es el tiempo para que los seres humanos podamos caminar, navegar y volar libremente por el planeta entero compartiendo nuestro saber, nuestras habilidades y bondades y que no tengamos ciudadanos de primera ,segunda, tercera y sin nombre? ¿No ha sonado la hora de crear tratados de integración humana en grandes familias humanas como la latinoamericana mestiza, afro e indígena y así en cada continente? Los humanos vivimos obsesionados con los mercados económicos  y hemos dejado  fuera al invitado principal que da sentido a tanto trabajo: el ser humano. Cuando se escriba la historia de nuestro planeta no será grato hablar del siglo 20 como el más mortífero y del siglo 21 como el siglo de unos pocos que arrasaron con todo. Estamos ante la oportunidad de aprender de lo vivido con errores  y darnos una oportunidad para el salto cualitativo de humanización.


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