La llave
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GPH |
Cuando nacieron los niños
nacieron los dulces. Cuando nacieron los dulces nacieron las dulcerías. No hay
dulcería sin niños y el cielo de los niños es la dulcería. No importa si el
niño tiene 70 o más años. Los dulces son el ingrediente del paraíso de la infancia. La herida, el raspón, lo amargo de la vida se
rellena con un poquito de dulce y eso ¿quién no lo sabe? En nuestro querida ciudad de Querétaro, en el
merito centro histórico, algo me hizo
voltear frente a la fuente de Neptuno con su tridente y fui atraído por un
listón de madera sostenido por dos palomas que decía: México dulce y querido. Ahí ancló mi barco por un rato y en ese
reino estaba todo México con sus mejores inventos: Alfeñiques, Alfajores, Alegrías, Palanquetas de cacahuate, Ate de Membrillo, Pepitorias, Dulce de calabaza, Cocadas, Mueganitos, Higos, Merengues, Pirulines, Camotitos, Chocolates , Jamoncillos, Macarrones, Tortitas de
Santa Clara, Borrachitos y
un larguísimo etcétera . Los colores, aromas, texturas y sabores son la fiesta del
dulce mexicano y en ese rinconcito la fiesta dura toda una vida. Nuestro México
pre hispánico, los dulces peninsulares y la herencia árabe se fusionan en
nuestro dulce firmamento y me quedó
claro que son los dulces la llave
para la unión amorosa y pacífica de las culturas. Los dulces han hecho por el
ser humano lo que no ha podido hacer ni la pólvora, ni el cañón: dibujarnos una
sonrisa, decir un ¡gracias!
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