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Cada cultura tiene
sus costumbres peculiares en torno a la muerte. Algunas construyen notables
cementerios con notables jardines, mausoleos
y sonoras inscripciones. Otras culturas prefieren a la cremación en una
pira al aire libre y otras dejan el cuerpo en la cumbre de una montaña cubierta
de una sábana por respeto y saben que en pocas horas las aves saciarán su
hambre y quedarán huesos blancos bajo el sol, polvo al viento Un amigo querido
de nombre Jesús que ya partió me dijo en una ocasión: Soy partidario de lo
natural pues aún partiendo, quiero que mis
restos corporales sean útiles a los otros seres y me contó la historia de
Chuang Tzu que agonizaba: “Sus discípulos le dijeron que deseaban honrarlo con
un entierro decoroso. Él repuso: El cielo y la tierra por féretro y tumba, el
sol, la luna y las estrellas por ofrendas funerarias y la creación entera
acompañándome al sepulvro. No necesito más. Los discípulos insistieron: Tememos
que los buitres devoren tu cadáver.
Chuang-Tzú respondió: Sobre la
tierra me comerán los buitres; bajo ella, los gusanos y las hormigas. ¿Quieres despojar a los primeros sólo para
alimentar a los segundos? ” Una historia
así es una suerte de puente entre el
simple vivir y el vivir con una claro para
qué vivir o propósito.
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