miércoles, 6 de enero de 2016

La nave




La nave. Una nave, Cualquier nave. Invento humano para cruzar de una orilla a otra. Invento para desplazarse de un puerto a otro. Medio, mediación formidable. Lo que no comprenderemos es una nave que no suelte amarras, ni una nave que no tenga ruta y destino. Las naves son naves en cuanto navegan si no lo hacen son depósitos. Impensable una nave sin un capitán que la conduzca a buen puerto. Naves en paz y naves en guerra, naves de comercio y naves de holganza. Naves para huir de la muerte y llegar a la tierra prometida. La nave, metáfora potente de la vida humana en la que todos nos subimos e iniciamos puntualmente el viaje sin retorno. Tiempo de embarcar, tiempo de desembarcar. Hubo un sencillo muchacho oriundo de Veracruz, México. Llegó a la Cd de México y la hizo suya. Se descubrió como profesor de escuela, lector, escritor y comprometido luchador social. Conoció la prisión y en ella a su maestro José Revueltas. Hombre todo fuego y de gran corazón. Cansado de navegar se detuvo. En el Diario La Jornada apareció la esquela que en su minimalismo amoroso, resume su vida, nuestra vida , a la nave:  “Martín Dozal Jottar. Dejó la nave para siempre. 23 de Diciembre de 2015” . Navegantes somos.


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