Cuando se apaga el fuego que ilumina a los atletas de una Olimpiada se enciende la esperanza que irá creciendo a lo largo de 1460 días que han de transcurrir hasta un nuevo fuego.
El tiempo está ahí como un faro que guía, que atrae y pone en acción todos los recursos, el entusiasmo y la decisión para preparar un nuevo encuentro que será en la ciudad de Tokio.
Los plazos temporales nos recuerdan que cada día tiene su propia tarea, que día que pasa no vuelve y que gracias a los tiempos determinados asumimos la responsabilidad de cumplir con nuestros compromisos.
Por lo contrario, si no contáramos con los plazos en el fluir del tiempo todo estaría sujeto a la posposición, a ser dejado para mañana o más adelante.
Tampoco tenemos la certeza de que llegaremos a esa cita en el tiempo pero lo importante es que estamos en el camino y hoy navegamos a ese puerto gracias al viento favorable de nuestra decisión.
Ese puerto se llama 1460,Tokyo.
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