miércoles, 27 de abril de 2011

Un día de Abril


Un amigo mío estuvo casi 10 años en una prisión federal y fue un preso singular pues desde la primera vez que fue interrogado aceptó su responsabilidad plenamente. Me contó que las dos últimas noches en la prisión tuvo grande insomnio. Su ansiedad y su imaginación fueron de la mano imaginando el vestir de color nuevamente, el encuentro con sus seres queridos, la vuelta a su pueblo de origen y las dificultades que le aguardaban. Durante todo su cautiverio no hubo día que no imaginara el día de su liberación y cuando ésta se produjo en el día designado no fue tan grande su admiración sino su perplejidad. Hay otra historia, de un amigo querido quien estuvo en 4 campos de trabajos forzados en la segunda guerra mundial. Ese hombre siempre ignoró cuál sería su último día en la prisión y tuvo serias dudas –por su estado general de salud- sobre si vería la libertad o moriría en la prisión. Una mañana, como cualquiera otra, fue despertado a las 5 de la manana por la sirena del campo y pasada una hora, se escucharon los motores de vehículos blindados y tanques que se aproximaban a la prisión. Sin mediar más que unos breves minutos y sin encontrar resistencia armada, las tropas derribaron el portón principal y los cientos de prisioneros quedaron instantáneamente libres. Cuál no sería su sorpresa que en lugar de despertarle alegría y gozo fue un manto de perplejidad, asombro, sorpresa, desconcierto que cayó sobre sus hombros. Así como se sintió inundado por la incredulidad en el día que lo tomaron preso, así se sintió desbordado cuando la libertad le llegó de forma igualmente sorpresiva, He aquí pues en estos dos casos las sorpresas que  le aguardan a un ser humano y que rompen las ideas preconcebidas que tenemos de la libertad y de la felicidad. Esta segunda historia tuvo lugar un día como hoy 27 de Abril de 1945 y le sucedió a Viktor Frankl mi maestro y amigo entrañable en Türkheim, Bavaria.   


No hay comentarios: