Fue El viejo y el mar, la película, -sobre una novela de Ernest Hemingway- que más me conmovió de adolescente. La aventura de un pescador que se enfrenta en un duelo de vida o muerte con un pez espada que se resiste a morir en la inmensidad azulada del mar. Hemingway se me fue develando como el gran escritor que puesto de pie [1] ante su Remington nos regaló grandes páginas literarias. Inolvidables: ¿Por quién doblan las campanas?, Adiós a las armas, Las nieves del Kilimanjaro, Paris era una fiesta. Su congruencia entre lo escrito y lo vivido le llevó a participar con su obra en el frente internacionalista de solidaridad con los españoles republicanos en la guerra civil. Hemingway vivió diferentes frentes de combate en la segunda guerra mundial y sintió la tortura interior de un pasado difícil junto al recuerdo tormentoso de su padre. Han pasado los años y un día, releyendo a Hemingway, fui encontrado por esta frase que ahora es una clara y serena luz en mi camino. El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.
[1] Por una lesión en la guerra escribía de pie…
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