lunes, 8 de abril de 2013

A veces...

Que toda mirada es  tan relativa no queda duda cuando sentimos que somos unos liliputienses al detenernos junto a un rascacielos. Pero cuando mi buen Argus me mira con ojos de cordero degollado para que le comparta de mi pan entonces redescubro su mundo canino, que siempre me mira de abajo para arriba y soy su rascacielos cercano y familiar   -excepto cuando los dos nos hacemos del mismo tamaño y jugamos a flor del piso-  Todo depende pues desde dónde miramos y desde dónde somos mirados. Recuerdo con cariño al flaco Julio, el inolvidable, cuando apuntó: A veces soy más grande que el caballo que monto. Y otros días me caigo en uno de mis zapatos. 



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