Nuestra experiencia lo comprueba. La sabiduría lo afirma. El deseo atraviesa nuestra vida humana desde la cuna hasta la tumba. No sólo se desea vivir de mil maneras, también se desea morir así o asá. Se desean grandes cosas poder, riqueza, amor, fama etc. De desear nadie se escapa. Me gustan los deseos del micro mundo, los que pasan desapercibidos, los casi milagros, ante nuestros propios ojos. En una vieja librería en Praga fui encontrado por un poema de mi querida Edith Södergran que iluminó instantáneamente el mundo de mis deseos y desde entonces los pequeños deseos son el gran tesoro de mi vida. Se las comparto:
De todo nuestro mundo soleado
sólo deseo una banca en el jardín
donde un gato se asolee...
Allí me sentaré
con una carta en mi regazo,
con una breve carta sólo.
Ése es mi sueño...
-Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen
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