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martes, 16 de noviembre de 2010

En esa banca

Les ha de haber sucedido a ustedes como a mí. Estar en un puente, caminar sobre las huellas de nuestros polvorientos caminos del desierto, verse ante una pintura o escultura, pasear por unas ruinas y sentir de pronto que en ese mismo lugar estuvo aquella persona, sí aquella que ha sido significativa en vuestras vidas. Esas coincidencias que en otro tiempo Cortázar llamaría las imantaciones y yuxtaposiciones de vidas y lugares, me estremecen. Cuantos cientos, millares de seres humanos han estado aquí, se han detenido y contemplado lo mismo que yo o tú. Hace un par de años recibí una tarjeta postal –ave en extinción- de un querido amigo y me dijo: quedé cautivado por Praga. Seguí tu invitación y de pronto me vi sentado en la misma banca que lleva ahí tal vez 150 años –en la que tú te sentaste- una banca que mira al puente Karolus sobre el rio y en la cima de la colina el imponente castillo de San Vito. Escuché a Smetana describiendo el rumoroso paso del Moldavia bajo este puente, -Mi Patria o Ma Vlast. Los lugares modificados por la acción de la mano humana, es decir la cultura se prestan a estas yuxtaposiciones de vivencias. Los lugares casi vírgenes, en medio de la natura se prestan para devolvernos la experiencia de quien ha dejado una huella prístina en el mundo. Pensemos en el primer ser humano en el Polo Sur y en el Polo Norte, Colón llegando a estas tierras, o Tenzing y Edmund Hillary en la cumbre del Everest. Después de esas experiencias se suceden las misteriosas imantaciones y yuxtaposiciones de vidas y lugares como decía Julio.

martes, 8 de junio de 2010

El mundo de los deseos

Nuestra experiencia lo comprueba. La sabiduría lo afirma. El deseo atraviesa nuestra vida humana desde la cuna hasta la tumba. No sólo se desea vivir de mil maneras, también se desea morir así o asá. Se desean grandes cosas poder, riqueza, amor, fama etc. De desear nadie se escapa. Me gustan los deseos del micro mundo, los que pasan desapercibidos, los casi milagros, ante nuestros propios ojos. En una vieja librería en Praga fui encontrado por un poema de mi querida Edith Södergran que iluminó instantáneamente el mundo de mis deseos y desde entonces los pequeños deseos son el gran tesoro de mi vida. Se las comparto:

Un deseo

De todo nuestro mundo soleado
sólo deseo una banca en el jardín
donde un gato se asolee...


Allí me sentaré
con una carta en mi regazo,
con una breve carta sólo.


Ése es mi sueño...

-Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen