Nuestra gente del desierto es sabia pues aplica la observación científica en el arte de conducir la propia vida. Pareciera que pasan horas sin hacer nada como el caso de Daniel un muchachito quien después de arrear el ganado, se sentaba junto a la orilla del arroyo. Le preguntaron si dormía y él respondió: No, estoy aprendiendo música. Sí, con sólo escuchar el murmullo, el canto del arroyo. En otra ocasión Daniel le dijo a su abuelo algo que se me quedó grabado: Un perro no se considera un buen perro porque ladre mucho. Un hombre no es un buen hombre porque hable mucho. La observación inteligente es el camino que lleva a la sabiduría, pero no hay que confundirla con ella.
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