domingo, 27 de febrero de 2011

Miradores de nubes

De nuestros hombres y mujeres del desierto se ha escrito algo en diferentes tonos y con variadas direcciones. Se ha señalado que somos barbaros del norte, vencedores del desierto, encendedores de la revolución. De todo tenemos un poco. Sin embargo quiero recuperar un nombre que yo les doy a nuestros hombres y mujeres del desierto: Miradores de nubes. Al sol no lo podemos ver cara a cara, eso jamás. Somos miradores de las nubes, expertos en nubes, amadores de las nubes, buscadores de las nubes. Las nubes son nuestro libro abierto. Cada mañana, cada tarde nos traen su mensaje lejano. Nos traen paciencia, nos traen esperanza, nos regalan júbilo y alegría, Su ausencia se traduce en espera ansiosa y hasta en cierta desolación. Las nubes se presentan con vistoso ropaje y su fluir anuncia frio, lluvia, calma, gozo o ansiosa expectación de un aguacero largamente anhelado. Tersas, diáfanas, difuminadas, estilizadas, algodonadas, pachonas, regordetas, preñadas, desgarbadas son algunas de sus características más allá de los nombres científicos. Los miradores de nubes tenemos nuestras nubes predilectas y el verlas pasar en el limpio azul - con una atención imperturbable-  nos regocija.

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