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viernes, 30 de enero de 2015

Tardes de verano




Las tardes del verano nos regalaban aguaceros con tremendas gotas salpicantes y marchantes dentro del caudal y la pendiente de la calle, un ejército de soldaditos. Allá, en el alto cielo los truenos fueron  un temido ejército galopante. Un cielo poblado por ovejas grandes, medianas y pequeñitas  que tan pronto llegaban,desaparecían en el matadero del horizonte. Las tardes del verano, un libro abierto sobre el breve tiempo,  la breve vida  –con ese agridulce inconfundible.

martes, 19 de agosto de 2014

Tú y las nubes




Tú y las nubes me traen muy loco 
tú y las nubes me van a matar, fue un estribillo que yo repetía sin cesar en mi niñez  -ignorando el resto de la canción, el autor. Sólo tenía la remota idea de      que era una canción mexicana. Pasaron muchos años y un día, en estas tierras, se me presentó la mismísima imagen de José Alfredo quien cantaba desconsolado mi estribillo de niño. Tú y las nubes me traen muy loco 
tú y las nubes me van a matar… Hoy vuelvo al estribillo que me deja una similitud entre las cambiantes nubes y el cambiante estado de ánimo de la amada.  ¡Las nubes!  Ligeras, sin rumbo fijo, volubles, antojadizas y de una liviandad que hasta las palabras parecen piedras pesadas comparadas con su ser sutil, translúcido –descomunales, nos imponen, son nada más vapor en suspensión. Aquí en la tierra nos volvemos locos y tememos morir de amor y de otras cosas pero las nubes  no sufren, llegan, están y se van y la muerte no es tema que les preocupe   -pues en los segundos que me lleva el tararear  ya son otras y me hacen un guiño de ojo.



domingo, 22 de diciembre de 2013

Contemplaciones, explicaciones

El niño contempla  el mar, por primera vez.

¡Papá las nubes se han caído!
¿Cómo?
Sí, por eso hay mar.

Días después.

¡Papá el mar se ha elevado por los cielos!
¿Cómo?
Sí, el cielo está lleno de nubes.

domingo, 27 de febrero de 2011

Miradores de nubes

De nuestros hombres y mujeres del desierto se ha escrito algo en diferentes tonos y con variadas direcciones. Se ha señalado que somos barbaros del norte, vencedores del desierto, encendedores de la revolución. De todo tenemos un poco. Sin embargo quiero recuperar un nombre que yo les doy a nuestros hombres y mujeres del desierto: Miradores de nubes. Al sol no lo podemos ver cara a cara, eso jamás. Somos miradores de las nubes, expertos en nubes, amadores de las nubes, buscadores de las nubes. Las nubes son nuestro libro abierto. Cada mañana, cada tarde nos traen su mensaje lejano. Nos traen paciencia, nos traen esperanza, nos regalan júbilo y alegría, Su ausencia se traduce en espera ansiosa y hasta en cierta desolación. Las nubes se presentan con vistoso ropaje y su fluir anuncia frio, lluvia, calma, gozo o ansiosa expectación de un aguacero largamente anhelado. Tersas, diáfanas, difuminadas, estilizadas, algodonadas, pachonas, regordetas, preñadas, desgarbadas son algunas de sus características más allá de los nombres científicos. Los miradores de nubes tenemos nuestras nubes predilectas y el verlas pasar en el limpio azul - con una atención imperturbable-  nos regocija.