viernes, 10 de junio de 2011

Puentes



Nuestra vida es una sucesión de experiencias que pueden dejarnos lecciones para la  vida que aún nos quede, de ahí que nunca, nunca es tarde para aprender. Entre tantas lecciones que nos esperan está una que me maravilla considerar. Proviene de mi pasión por conocer los puentes, observar los puentes saber de su historia, entender cómo se construyeron, indagar en sus peculiaridades históricas y asombrarme ante el puente como uno de los primeros inventos humanos en el campo de la construcción. Un puente es una forma práctica e inteligente -a veces bella-  para ir de una orilla a otra  -sorteando aguas y abismos y acortando los esfuerzos humanos. Podría pasar la noche escribiendo sobre esta delicia humana, tan codiciada en tiempo de guerra, donde es lo primero que destruye el enemigo para aislar a su oponente y cortarle la retirada. Hay otros puentes hermosos en nuestra imaginación como esos de plata que construye el amor, los invisibles, que nos llevan hasta el ser querido y los que sin dificultad alguna van y vuelven de la Luna. Bien, pues un general les dijo a sus soldados en la arenga final antes del combate:   Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. Terrible decisión a veces y la historia da cuenta de esos dilemas. Tanto trabajo llevar construir y en un instante puede convertirse en un montón de piedra humo y sangre.


1 comentario:

Anónimo dijo...

tu carta me ha traído al presente aquel viejo y querido poema que me acompañó en mi adolescencia del poeta ruso Evgueni Evtuchenko...

Una mujer y un hombre solos, en un puente,

sobre el dormido Sena azul.

Debajo está el tumulto sin sentido,las luces irreales.

Cambia el gobierno en algún sitio,

se pronuncian sabios discursos.


Pero ellos desde el puente, apenas si lo ven:

tan sólo ven el Sena turbio y lento.

Así están, sin palabras y sin besos,

hasta la madrugada, bajo un impermeable,

como un paquete envuelto en celofán

¡un regalo del mundo para el mundo entero!


¡Quiera Dios que no tengamos ni casa ni hacienda,

ni aturdidora comodidad en nuestra vida!

¡Quiera Dios que, estemos donde estemos,

siempre nos encontremos en el puente!


En el puente para siempre inscrito en el cielo.

En el puente que hace sagrado a quien le habita.

En el puente sobre el tiempo,

sobre toda la vanidad y la mentira.


París 1960