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R Alberti |
Para los seres incontables que amamos el mar,
cada regreso es un gozo y no importa la espera hasta que llega el día en que
sentimos la sal en el aire, el viento, el sol y las olas nos arropan con su
abrazo primigenio. También sucede lo contrario. Ser desterrado del mar y
llevado tierra adentro. La misma angustia del pez fuera del agua. Caso similar
los migrantes desarraigados por la fuerza del hambre, el odio de la guerra o la
represión política. De estos sentimientos dio cuenta el hombre niño que fue
Rafael Alberti y que hoy suena tan fresco y nuevo como es el mar eterno. “…El
mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la
ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del
corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo
por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi
blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
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