miércoles, 17 de septiembre de 2014

Pastillas del paraíso



Llegó mi buen amigo Roberto  con su puntualidad característica y pedimos dos tazas de humeante espreso. Además pedimos dos vasos de agua sin hielo. Antes de iniciar nuestro esperado ritual extrajo del bolsillo de su saco una cajita de plástico transparente con siete compartimientos  para las pastillas de la semana. Sin mediar pregunta de mi parte el se burló de su accesorio y me dijo: “Aquí traigo mi farmacia ambulante. Para dormir, para proteger la mucosa estomacal e intestinal, para la presión alta, para la depre, sí, ¡la depre!”
Me sonreí y le dije: ¡Salud!   - “El  café es mejor medicina que toda esta porquería”, continuó. Por último aventuré una pregunta: ¿Si tus pastillas hablaran con nosotros ,qué nos dirían?  Se acarició el bigote y me soltó estas cuentas ensartadas: “Somos la promesa del paraíso químico. Somos calladas, suaves, no hacemos más que navegar con un vaso de agua y llegamos a donde hacemos nuestro trabajo. Somos útiles para el insomnio, para el dolor, para después del pleito conyugal y el enojo en la oficina. Calmamos los nervios  en los velorios , en la estación de policía. Nos acarician para suavizar la mala noticia, curar el desamor, y el miedo al temblor. Si eres aventurero te tranquilizamos si eres  una plasta en la cama y en el sillón te activamos. Nosotras te llevamos a un reino donde no hay Dios pero tampoco  hay Infierno. Es un paraíso con nubes  en donde sueñas por igual que estas vivo estando muerto o que esas muerto pero estás vivo….el paraíso químico”   Volvimos al plano de la pequeña mesa, su café ya estaba frío. Le hice un guiño y nuestro mesero nos trajo otros dos  espresos  humeantes para beberlos sin pausa pero sin prisa  - como amerita ese grano de oro cosechado en nuestros amados cafetales mexicanos.



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