viernes, 10 de abril de 2015

Limones

Mi amigo le temía a cada invierno. Alguna vez me comentó que le diagnosticaron depresión estacional. Siendo niño, único hijo e hijo único,  le trajeron de Noruega y nunca volvió a su patria. Una tarde gris ,muy gris afuera y sobre todo dentro de sí mismo entró al supermercado con la remota esperanza que ese mundo de frutas, verduras cereales etc. le revelara algo. De pronto,  observó que el hombre que acomodaba la fruta vació una caja de limones en un exhibidor vacío. Se acercó como el imán atrae a las partículas de hierro perdidas, olvidadas, flotantes. El color de los limones, su universo redondo, su piel verdísima y brillante, su aroma fresco y penetrante se le presentaron como un milagro de la evolución, una perfección de la naturaleza, una presencia callada de Dios. Tomó los que le cupieron en la palma de la mano .Se encaminó a la caja. La señorita le dirigió la pregunta clásica: ¿Señor, encontró usted lo que buscaba?  Cruzaron sus miradas. Mi amigo balbuceó: TODO ¡muchas gracias!


- Inspirado por un  micro relato de mi querido Pepe Gordon.

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