Mi amigo le temía a cada invierno. Alguna
vez me comentó que le diagnosticaron depresión estacional. Siendo niño, único hijo
e hijo único, le trajeron de Noruega y
nunca volvió a su patria. Una tarde gris ,muy gris afuera y sobre todo dentro
de sí mismo entró al supermercado con la remota esperanza que ese mundo de
frutas, verduras cereales etc. le revelara algo. De pronto, observó que el hombre que acomodaba la fruta
vació una caja de limones en un exhibidor vacío. Se acercó como el imán atrae a
las partículas de hierro perdidas, olvidadas, flotantes. El color de los limones,
su universo redondo, su piel verdísima y brillante, su aroma fresco y penetrante
se le presentaron como un milagro de la evolución, una perfección de la
naturaleza, una presencia callada de Dios. Tomó los que le cupieron en la palma
de la mano .Se encaminó a la caja. La señorita le dirigió la pregunta clásica:
¿Señor, encontró usted lo que buscaba?
Cruzaron sus miradas. Mi amigo balbuceó: TODO ¡muchas gracias!
- Inspirado por
un micro relato de mi querido Pepe
Gordon.
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