Un hijo de un amigo muy querido en el pueblo
cayó gravemente enfermo y los médicos y la gente pensó que no sobreviviría. La
gente del poblado pequeño quería mucho al niño y se reunió en la capilla del
pueblo -durante algunas tardes- para rezar por él y para que recuperara la
salud y volviera la alegría a su familia. Cuando el niño dio señales de mejoría
,la gente fue con su papá a felicitarlo,pero el papá del niño estaba triste. La
gente le preguntó por la causa de su tristeza y el papá dijo: Mi niño querido
ha mejorado gracias a que ustedes se reunieron y rezaron y se los agradezco de
corazón ,pero ¿qué pasa con los otros niños?.
Cuando se enferman la capilla no tiene gente que se reuna, ni que rece
por ellos. -Historia del desierto que me
contó mi amigo David.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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viernes, 6 de noviembre de 2015
viernes, 10 de abril de 2015
Limones
Mi amigo le temía a cada invierno. Alguna
vez me comentó que le diagnosticaron depresión estacional. Siendo niño, único hijo
e hijo único, le trajeron de Noruega y
nunca volvió a su patria. Una tarde gris ,muy gris afuera y sobre todo dentro
de sí mismo entró al supermercado con la remota esperanza que ese mundo de
frutas, verduras cereales etc. le revelara algo. De pronto, observó que el hombre que acomodaba la fruta
vació una caja de limones en un exhibidor vacío. Se acercó como el imán atrae a
las partículas de hierro perdidas, olvidadas, flotantes. El color de los limones,
su universo redondo, su piel verdísima y brillante, su aroma fresco y penetrante
se le presentaron como un milagro de la evolución, una perfección de la
naturaleza, una presencia callada de Dios. Tomó los que le cupieron en la palma
de la mano .Se encaminó a la caja. La señorita le dirigió la pregunta clásica:
¿Señor, encontró usted lo que buscaba?
Cruzaron sus miradas. Mi amigo balbuceó: TODO ¡muchas gracias!
- Inspirado por
un micro relato de mi querido Pepe
Gordon.
domingo, 23 de diciembre de 2012
Creer en las personas
Contrario a lo que se tiene por más común ,un muchachito volvió a casa y cuando su padre le preguntó por qué traía los ojos rojos de llorar le dijo por tres veces:¡Ya no creo en el amor, ya no creo en el amor, ya no creo en el amor! El papá, hombre que sabía escuchar, esperó a su hijo y éste le contó de su desconsoladora ruptura con su novia. El papá siguió esuchando.Pasó el tiempo y cuando el mejor amigo de este muchachito se vio en una situación parecida, recibió este comentario: Hace unos meses me desahogue con mi papá y el me hizo sólo una observación valiosa: Mira hijo, es muy fácil decir, Ya no creo en el amor. El asunto verdadero es la dificultad que tenemos para creer en las personas.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Nueve meses
Hay muchas apreciaciones sobre la
necesidad de la presencia física y la interlocución para concluir que sólo así
es posible el amor. Las posturas se han sucedido y tenemos muestras valiosas de
cómo el amor no esta determinado por las palabras o por la cercanía o la
lejanía física. En alguna ocasión un buen amigo me refirió que su madre fue en
vida una mujer sencilla, sin estudios escolares formales pero dotada de una
gran sabiduría para comprender y explicar las cosas que de veras importan en la
vida. Su hijo dio testimonio: Mi madre me enseñó durante nueve meses, que no hace falta ver a alguien
para poderlo amar.[1]
sábado, 12 de marzo de 2011
Valor monetario y valor afectivo
Un maestro inolvidable, en la escuela secundaria, nos contó de su único y largo viaje al oriente, cuando tuvo dieciséis años acompañando a su padre que fue geólogo y trabajaba para una compañía mundial de entonces. Antes de volver del viaje estuvo juntando guijarritos en la orilla de un río notables por la redondez y perfección. Los metió en una bolsa de tela y le preguntó a su padre cuánto costarían. Su padre vio los guijarritos y le dijo: Mira este pequeño diamante que tiene mi anillo de boda con tu madre. Nunca me lo he quitado y hasta tiene algunos defectos por el trabajo de tantos años, sin embargo, vale más que todos los guijarritos sin imperfecciones. Pero debo admitir que el valor afectivo que le tienes a tus guijarritos puede ser mayor que el de mi pequeño diamante.
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