Chihuahuan Desert, Solimonte |
Nuestro desierto se caracteriza por que en el
no hay temblores ni terremotos, salvo ligeros movimientos que hacen historia
muy de vez en cuando. Pero cuando llega el otoño nuestro desierto tiembla bajo
el paso del viento y de ello dan cuenta
todos nuestros arboles ,arbustos y pequeños setos sin olvidar a esa fina hierba
de los campos y de los llanos sin fin. Otoño es tiempo de temblar .Las hojas
verdes se tornan amarillas, naranja, ocre, marrón y algunas muestran gris grafito. No deja del temblar, no de deja
de soplar el viento y de manera callada,sin pausa y sin prisa una, miles, millones
de hojas incontables descienden suavemente de las ramas y se convierten en un
tapiz multicolor que dejaría atónito al más grande taller de tejedores. Legando
su tiempo – que no es ni antes ni después-
se han desprendido, se han desapegado y con el paso de los días muchas
hojas emprenden un vuelo que les llevará a echar raices en otras tierras. Otras
hojas duermen al pie del árbol que les dio vida y se van convirtiendo en tierra,
en alimento, en alma del alma de otros seres en una cadena invisible y perpetua
de transformaciones. ¿Nos suena conocido este andar de la vida? Eso somos.
Mientras tanto, el árbol sigue ahí con sus viejas raices ,con su sereno
silencio.Testigo y presencia.
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