viernes, 14 de febrero de 2014

Escribano






GPH
Un muchacho judío refugiado en casa de una familia alemana, durante la segunda guerra mundial, le dice a la hija adoptiva de la pareja  -citando a las palabras, al papel de la memoria y al gran Aristóteles:  La memoria es el escribano del alma.  ¿Qué sería de nuestra vida sin memoria, ni presente ni remota, y sin la llamada memoria emocional? Asunto para detenerse y ser meditado largamente, hondamente. La primera consideración para mí es asombro y gratitud por contar siempre con ese atento escribano que todo lo anota, para que esté a nuestra disposición cuando lo necesitemos. Una dicha callada es poder acudir sin cortapisas al banco riquísimo de nuestra memoria de datos, sentimientos y emociones y revivir episodios e instantes de nuestra vida –a veces con una claridad diáfana y penetrante hasta en el mínimo detalle. Gracias pues, a nuestro fiel amanuense, escribano del alma y a nuestro querido Aristóteles.




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