viernes, 12 de septiembre de 2014

Pequeña casa




Alberto, toledano, errabundo en Sud América. Huérfano de padre y madre, sobreviviente de la guerra civil española. Aprendió a leer y escribir. Fue autodidacta. Su amor por la lectura le llevó a emplearse como vendedor de libros de una editorial española. Viajó por toda América castellana de país en país, de ciudad pequeña a ciudad grande y a la inversa. Un día hizo un resumen de su trashumancia: “… He vivido en unos cien hoteles. Nunca he comprado un libro pero todos los libros que vendo los he leído de cabo a rabo en las infinitas horas en los autobuses, en las rutas bajo todo paisaje y todo clima, con el estómago vacío pero el alma caliente" No tuvo casa propia ni casa fija. Para rematar concluyó: “…mi pequeña casa son los libros y los echo a volar, eso sí bien recomendados a mis clientes pues los he leído para ellos primero”  Un día lo encontraron dormido en un autobús arropado por su abrigo y arropando un volumen de Azorín: La ruta de Don Quijote. Alberto hizo su propia ruta, de pueblo en pueblo, dejando la semilla de la lectura y de la amistad. Fue llorado  por niños y viejos. Uno de esos niños fui yo.




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