Pequeña casa
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Alberto, toledano, errabundo en Sud América. Huérfano de padre y madre, sobreviviente de la guerra
civil española. Aprendió a leer y escribir. Fue autodidacta. Su amor por la
lectura le llevó a emplearse como vendedor de libros de una editorial española.
Viajó por toda América castellana de país en país, de ciudad pequeña a ciudad
grande y a la inversa. Un día hizo un resumen de su trashumancia: “… He vivido
en unos cien hoteles. Nunca he comprado un libro pero todos los libros que
vendo los he leído de cabo a rabo en las infinitas horas en los autobuses, en
las rutas bajo todo paisaje y todo clima, con el estómago vacío pero el alma
caliente" No tuvo casa propia ni casa fija. Para rematar concluyó: “…mi pequeña
casa son los libros y los echo a volar, eso sí bien recomendados a mis clientes
pues los he leído para ellos primero” Un
día lo encontraron dormido en un autobús arropado por su abrigo y arropando un
volumen de Azorín: La ruta de Don Quijote. Alberto hizo su propia ruta, de
pueblo en pueblo, dejando la semilla de la lectura y de la amistad. Fue
llorado por niños y viejos. Uno de esos
niños fui yo.
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