lunes, 13 de julio de 2015

Huellas del tiempo


Todas las obras humanas están sujetas, sin excepción, a que el tiempo deje su huella, su presencia en ellas. Construyamos una casa, compremos una automóvil, un libro, una prenda de vestir. Pasa el tiempo y el brillo que nos encanta se opaca, la pintura se agrieta, las páginas se tornan amarillentas, el tejido se abre. Huellas, marcas, presencias del tiempo y es el tiempo lo que vuelve valiosos a los objetos creados por el ser humano. La llamada pátina es la firma del tiempo sobre toda obra humana. Nuestra tarea de mantener el brillo original es tarea perdida a la larga y la pátina nos recuerda que ese velo sutil de lo efímero cubre toda obra. De aquí podemos concluir que lo llamado hermoso lo aprendemos, lo imitamos y lo heredamos en nuestra propia cultura pero tenemos aún otros reinos para ser descubiertos y construir nuestra estética personal propia. Lo que es bello para mí.  Frente a los jardines y parques oficiales, en el oriente, se tiene en gran aprecio el pequeño, casi secreto jardín interior oculto a las miradas externas donde armoniza el agua, las plantas caseras, las de olor y color, las piedras, una lámpara de aceite, una campana, una vieja banca ... Ese jardín interior es realidad y metáfora del mundo interior de nuestra sensibilidad y espiritualidad. Lleva tiempo en construir la propia estética personal hasta que descubrimos con sencillez que hay  belleza en las cosas imperfectas, efímeras e incompletas. Descubrimos que hay belleza en  las cosas modestas y humildes. Descubrimos que hay  belleza en las cosas poco convencionales -que nos están en las pulcras mesas de exhibición de las tiendas departamentales - sino en una vieja ferretería, en una tienda de objetos rústicos para el campo,etc. 

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