Una mañana de mayo mi
maestro de literatura nos preguntó en el colegio ¿cómo se llama el líquido
compuesto por cloruro de sodio, agua, proteínas y glucosa? Me restregué los
ojos pensando en que estaba en la clase de química, pero no. Resonó la pregunta
y la respuesta fue el silencio. Ese
compuesto se llama: lágrima. Sirve para refrescar, humedecer y nutrir a los
ojos y si lloras mucho te sientes bien y desahogado , acompañado o hermanado.
Llorar es sanísimo. ¿Y cuándo lloramos?
Cuando veo el sol después de días ,cuando me sorprende el arcoíris,
cuando llora conmigo alguien querido, cuando veo llorar a un niño o a un
viejito o cuando aparecen -de la noche al día- los brotes primaverales del
pequeño naranjo en mi patio. Pero si no aprendí a llorar, si no hubo quien me
enseñara a llorar sin vergüenza entonces practicaré todos los verbos con las
lágrimas: me las tragaré, las esconderé, las negaré, me avergonzaré, me sentiré
débil. La última: aprendimos a reírnos sin vergüenza y aprendimos a enterrar a
nuestras lágrimas antes de que nazcan , lo que nos hace “abortadores”
fervorosos.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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