Una mañana de mayo mi
maestro de literatura nos preguntó en el colegio ¿cómo se llama el líquido
compuesto por cloruro de sodio, agua, proteínas y glucosa? Me restregué los
ojos pensando en que estaba en la clase de química, pero no. Resonó la pregunta
y la respuesta fue el silencio. Ese
compuesto se llama: lágrima. Sirve para refrescar, humedecer y nutrir a los
ojos y si lloras mucho te sientes bien y desahogado , acompañado o hermanado.
Llorar es sanísimo. ¿Y cuándo lloramos?
Cuando veo el sol después de días ,cuando me sorprende el arcoíris,
cuando llora conmigo alguien querido, cuando veo llorar a un niño o a un
viejito o cuando aparecen -de la noche al día- los brotes primaverales del
pequeño naranjo en mi patio. Pero si no aprendí a llorar, si no hubo quien me
enseñara a llorar sin vergüenza entonces practicaré todos los verbos con las
lágrimas: me las tragaré, las esconderé, las negaré, me avergonzaré, me sentiré
débil. La última: aprendimos a reírnos sin vergüenza y aprendimos a enterrar a
nuestras lágrimas antes de que nazcan , lo que nos hace “abortadores”
fervorosos.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
Mostrando entradas con la etiqueta Reprimir. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reprimir. Mostrar todas las entradas
viernes, 29 de enero de 2016
sábado, 14 de diciembre de 2013
Conocer y recordar
El conocimiento es como la pierna
izquierda que necesita de la memoria o pierna derecha, para poder caminar. He aquí
un clásico problema que interesa a los filósofos y a muchos curiosos entre los
que me incluyo . El asunto no tendría mayor relevancia si no es porque en el
plano de la vida y de la existencia cobra un relieve mayor. Por ejemplo ¿cómo
hablo de mí mismo? ¿qué es lo importante en lo vivido por mí? ¿qué recuerdo,
que no recuerdo y que no me gusta recordar? Y cuando recuerdo lo vivido, ¿cómo
me lo cuento a mí mismo y cómo te lo cuento a ti? La selectividad, las predilecciones,
las simpatías y antipatías son habitantes en nuestra memoria emocional. Conocedor del mundo humano, nuestro querido Gabo[1] anotó en su libreta: La vida no es la que uno vivió, sino la que
uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla. Así que el trabajo de los biógrafos e historiadores -sin dejar de tener valor- es una
aproximación relativa al mundo interno de los seres humanos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)