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viernes, 29 de enero de 2016

Lácrima




Una mañana de mayo mi maestro de literatura nos preguntó en el colegio ¿cómo se llama el líquido compuesto por cloruro de sodio, agua, proteínas y glucosa? Me restregué los ojos pensando en que estaba en la clase de química, pero no. Resonó la pregunta y la respuesta  fue el silencio. Ese compuesto se llama: lágrima. Sirve para refrescar, humedecer y nutrir a los ojos y si lloras mucho te sientes bien y desahogado , acompañado o hermanado. Llorar es sanísimo. ¿Y cuándo lloramos?  Cuando veo el sol después de días ,cuando me sorprende el arcoíris, cuando llora conmigo alguien querido, cuando veo llorar a un niño o a un viejito o cuando aparecen -de la noche al día- los brotes primaverales del pequeño naranjo en mi patio. Pero si no aprendí a llorar, si no hubo quien me enseñara a llorar sin vergüenza entonces practicaré todos los verbos con las lágrimas: me las tragaré, las esconderé, las negaré, me avergonzaré, me sentiré débil. La última: aprendimos a reírnos sin vergüenza y aprendimos a enterrar a nuestras lágrimas antes de que nazcan , lo que nos hace “abortadores” fervorosos.