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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Habitar en el desierto




El verbo "habitar" nos lleva de la mano a la experiencia de Vivir, a la Vida. ¿Dónde habitas? Es  un ¿Dónde vives? ¿Cómo vives en el desierto?  Nuestros ancestros en estas tierras fueron nómadas y nosotros somos sedentarios . La derivación de un estado de vida a otro tiene una larga historia y explicación. Por ahora recordemos que los padres de nuestros padres vivieron en tiendas nómadas que se levantaban a la salida del sol se cargaban en uno o varios animales y se instalaban al ponerse el sol.Esa vida trashumante estuvo ligada a la busqueda de pastos y agua  para sus animales. Cada día un viaje, y en cada estación una transformación de los ritmos y rituales debido al paso de días calientes a días fríos y de días breves  a noches largas. En la noche les cubrió la bóveda celeste cuajada de luminarias y de día valoraron ese trozo de tierra donde vivian efímeramente.Así, establecieron un díalogo perpetuo entre la tierra y el cielo. De esta cultura del desierto guardo con mucho afecto estas dos lineas que resumen qué es vivir y cómo se vive : “Mi hogar está alrededor de una hoguera y mis pastos alrededor de mis caballos” [1]





[1] Dicho tradicional Kirguiz

jueves, 30 de diciembre de 2010

Periódicos y cartas

De los inventos humanos algunos me despiertan nostalgia mezclada con lástima y compasión. Me refiero a los periódicos y a las cartas. Los periódicos según las circunstancias fueron esperados con ansia y los voceadores o canillitas madrugaban para llevar las noticias a los cuatro puntos cardinales. Saciada la tempranera sed de ingerir las ocho columnas y acercándose el medio día comenzaba la decrepitud del periódico. Para el anochecer el periódico yace envuelto o desparramado como algo incómodo. Al día siguiente se le ve con desdén y al decir de mi querido Saramago sólo sirve para envolver pescado. Con las cartas sucede algo similar. Son imaginadas, escritas prolijamente –ahorrando espacio- y después de su viaje marítimo, aéreo o terrestre llegan a su destinatario .Pasada la emoción o la ansiedad, el buen o mal rato provocado por la portadora comienza el viaje al mundo del silencio y de la oscuridad. Las cartas quedan en cajones, en armarios o baúles, sueltas o atadas, encarpetadas o anilladas y ahí duermen, se tornan amarillas, y viven en un limbo donde ellas saben que nadie se acuerda de su existencia. Pasa, tarde o temprano son presa del aire, de la tierra, del fuego o del agua, de la desmemoria y sólo algunas, muy pocas, se llevan al corazón y se atesoran. Sea como fuere, doy gracias a los periódicos, gracias a las cartas quienes en su efímera vida cumplieron con su destino mercurial entre nosotros.