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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Recóndito

Los humanos solemos presumir de ser dueños de nosotros mismos, jinetes de nuestro caballo y amos de las riendas. Sin embargo hay momentos de la vida en que un infortunio, un dolor, un enojo nos visita y nos paralizamos por minutos, horas, días o años. Pero en el fondo de nosotros sentimos, más allá de nuestro propio ruido, que
nuestros pies caminan aunque estemos parados,

nuestras manos se abren aún cuando tenemos los puños cerrados,

las puertas se abren aunque insistimos en cerrarlas.

Es la vieja lucha entre la mente endurecida y el corazón que sabe lo que es bueno para él, aunque sea en el fondo, muy en el fondo.

Ese ser humano, más allá de los nombres, de los títulos, ese es el que nos espera y al que tarde o temprano hemos de escuchar.

domingo, 14 de marzo de 2010

Sembrados

En este breve pasar por el mundo suele verse dos tipos de hombre. Los primeros viven y se mueren y la tierra se los come y decimos que murieron.Tan muertos suelen estar que desaparecen de la memoria de la gente. Los segundos no se mueren, sino que son sembrados y desde el momento en que caen en la tierra comienzan a germinar en cada ser que los recuerda, pasándolos por su corazón,o echándolos a volar en un canto.

domingo, 14 de febrero de 2010

El corazón y su memoria

Uno de mis primeros aprendizajes en esta vida fue practicar la gratitud, decir sinceramente gracias, ser agradecido. Esas experiencias están fuertemente vinculadas con un hilo de plata invisible. Ese hilo es la memoria. Pero no se trata de la memoria común, la que recuerda el número de casa, el número de la cuenta de banco o el de la placa del carro. Esta es una memoria sutil e invisible y algunos de nosotros la llamamos la memoria del corazón. Así pues, cuanto más memoriosos seamos desde el corazón seremos más agradecidos. La gratitud es un reconocimiento a lo gratuito de la vida, a los dones, a las muestras de amistad y ayudas que recibimos de otros seres humanos a lo largo de la vida. Abrigo el deseo y propósito de no dejar pasar un solo día de lo que me reste de vida sin dar gracias. Sumado todo lo vivido en el momento de despedirme de este cuerpo y de este mundo, quisiera estar ocupado hasta el último instante en pasar revista con la memoria del corazón y decir ¡gracias!