miércoles, 28 de enero de 2015

Klaus y el tiempo



Mi buen amigo Klaus fue fotógrafo profesional  para una compañía europea de turismo. Un día nos encontramos en un sendero polvoriento en la cordillera de los Andes. Me llamó la atención verle sin su pesado y voluminoso equipo. Al preguntarle al respecto de sus máquinas me dijo: “Viajé por el mundo fotografiando y algunos me envidiaban ese estilo de vida. Pero al estar tan atento al trabajo de hacer fotografías perfectas dejé de contemplar las maravillas del mundo. Me he jubilado , he vendido mi equipo y ahora sigo viajando con los ojos bien abiertos y es un regalo del cielo aprender a contemplar ,pues del simple mirar me cansé. Mis mejores fotos se han vuelto amarillentas pero las que guardo en el corazón están vivas ,frescas y van conmigo”. Misteriosa afición de los humanos el intento de perpetuar la mirada en el papel  -sabiendo que es sólo por un rato, pues el tiempo se encarga, sin prisa y sin pausa, de borrar todo  -como el viento borra las pisadas humanas en la arena. Al  recordar mi encuentro con Klaus, viene a mi, un hondo texto de José Emilio llamado:
Imagen
La foto queda allí. Detuvo un segundo.
Se convirtió en pasado en el mismo instante.
El oleaje del tiempo no cesa nunca.
La vejez nos distancia a cada minuto
de la imagen inmóvil donde quien fuimos
observa fiel al muerto que seremos.

José Emilio Pacheco, La Arena Errante. FCE. México, 2014



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