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martes, 10 de mayo de 2011

La primera fila


Hay un tiempo de la vida que corresponde a la etapa temprana de la juventud  donde nuestro afán de ser reconocidos, aceptados, destacar y darnos a notar hace que estemos en una disposición mental y de actitud preñada de ansiedad. La etapa tardía de la vida se caracteriza por todo lo contrario: uno está a gusto consigo mismo y basta con la propia aprobación y reconocimiento  para seguir viviendo. Un viejo amigo me obsequió una brevísima nota que la guardé con afecto en un libro. Hoy la recupero para compartirla y resuena así: La Tontería se coloca siempre en primera fila para ser vista; La Inteligencia detrás para poder ver.


sábado, 25 de septiembre de 2010

Ansiedad, angustia y alegría, una trilogía

El mundo ha pasado por diversos tipos de sociedad. La sociedad de mediados del siglo 20 y nuestras sociedades del siglo 21 son llamadas sociedades del consumo. Es decir, nuestro modo de pensar, de sentir y el deseo se centran en consumir bienes materiales perecederos desde un rastrillo para rasurarse hasta una casa. Me llamó la atención escuchar una noticia que decía: en Japón, por el amor que se le tiene a la tecnología de vanguardia, una multitud de jóvenes madrugó, formaron largas filas delante de los almacenes que ese día venderían el nuevo iPhone, el nuevo iPad. Esta noticia echa de ver el estado de ansiedad anticipatoria de quienes esperan anhelantes la felicidad de tener en las manos el último grito de la moda. Entrevistados los mismos jóvenes mostraron la angustia de deber y tener que pagar el mentado iPhone el iPad –sumado a tantos otros objetos comprados a plazos- . Hay un tercer actor en la escena y es la felicidad de las compañías farmacéuticas transnacionales quienes venden cantidades impensables de ansiolíticos para calmar la ansiedad que los humanos nos causamos con nuestro modo de de des-vivir. Para no olvidar, es interesante señalar que estados Unidos tiene hoy el 5% de la población mundial pero consume el 50% de todos los antidepresivos que se producen y además consume el 50% de las drogas que circulan en nuestro planeta. La globalización de este estilo de des-vivir nos deja clavada la pregunta sobre la vieja relación que se da entre los costos humanos y los beneficios económicos.