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lunes, 12 de agosto de 2013

Escuchar,escuchar





Tan antiguo como el ser humano en nuestra Tierra es el debate sobre la primacía de uno de los sentidos sobre los demás. El ver, la vista tiene grandes adeptos y defensores y promotores. Desde el famoso decir: Si no lo veo y no lo toco no creeré. Se ha afirmado que nuestra cultura es visual y pareciera que eso en el siglo 21 no tiene vuelta de hoja. Sin embargo, el que uno de los sentidos, la vista, tenga tantos entusiastas no  hemos de olvidar que una de las manifestaciones más bellas, trascendentes y que le llega a todos los seres humanos sin discriminar a nadie, es la música, y se capta por nuestra capacidad de escuchar. Sólo después de escuchar,  con todo nuestro ser,  percibimos la belleza de los sonidos y sólo con el silencio percibimos la genuina belleza interior del TU. Un querido compositor como Joseph Haydn  anotó estas palabras: “…yo escuché más que estudiar … y por eso, poquito a poco, mi conocimiento y habilidad se desarrollaron…”  Caminar por este mundo con los oídos atentos nos lleva a percibir una belleza insospechada que nos rodea y envuelve -tanto en el mundo de la natura como en las voces humanas más queridas.




miércoles, 18 de mayo de 2011

Escribiendo

1899-1961

Cada cosa tiene su lugar y cada acción tiene sus condiciones y circunstancias. Lo anterior queda ilustrado en un pasaje de la vida de Ernest Hemingway el laureado escritor –quien tuvo debilidad por los alcoholes- Pese a ello llegó a escribir magníficas obras porque fue leal a una convicción que en sus palabras decía así: Puedes escribir ebrio pero edita sobrio. Hay ciertas debilidades y permisividades humanas que tienen un claro límite: nuestra responsabilidad personal. Hemingway fue escrupuloso en la revisión de sus manuscritos y lo hacía sin una gota de alcohol encima. Por tanto, no es la ausencia de debilidades lo que nos dignifica sino el saber ir más allá de ellas con una actitud genuina.

jueves, 20 de enero de 2011

Seis herramientas

Hay algunas habilidades útiles que he aprendido en el desierto directamente de quienes llegaron antes que yo a estas tierras y todas me han dado una nueva manera de ser y de estar en esta parte del mundo: La primera: aprender a olfatear el aire. El aire me informa pues es el mensajero de todos los cambios. La segunda: aprender a escuchar a las voces, los sonidos y los cantos del desierto. La tercera: agudizar la vista. La cuarta: orientarme por el sol y las estrellas. La quinta: aprender a dejarme guiar, cuando estoy perdido, por los animales, ellos me llevan donde hay agua. La sexta: estar en silencio para escuchar la voz de mi desierto interior. Son pocas herramientas, sencillas, de gran valor. Lleva tiempo familiarizarse con ellas. Al final somos Uno.