miércoles, 27 de marzo de 2013

La olvidada alegría





Freude, schöner Götterfunken.¡Alegría, bella chispa divina!
Escucho en los programas de radio  y leo en la prensa escrita  que se cita  un lugar común: hablar de la felicidad y de la búsqueda de la felicidad. Pero de tanto nombrarla y de tanto desearla se convierte en un tema serio. Me gusta imaginar  a la felicidad como un gran plato fuerte al que le falta algún aderezo, algún condimento que  -por pequeño que parezca-  hace la gran diferencia. Ese gran condimento, esa condición para ser feliz es la alegría. Me es difícil imaginar a un ser humano feliz que no sea alegre. La alegría, en su origen, es una semillita  -como muchas que llevamos en nosotros- que elegimos cuidar,alimentar,para que crezca vigorosa. La alegría humana no tiene que ver nada con la sociedad de consumo y consumo  -que es el rasgo de los últimos setenta  años. La alegría nace no de tener cosas y muchas cosas sino de haber encontrado una tarea a la cual dedicar lo mejor de nuestra vida y seres humanos  a los  cuales entregamos  lo mejor de nuestros sentimientos de amor y solidaridad. Las filosofías, las iglesias, la poesía, siempre han asociado a la verdadera alegría con  nuestro destino trascendente. Nuestro amado Beethoven tomó los versos de Schiller conocidos como Oda a la Alegría para coronar  su propia vida y su más grande y sublime sinfonía -que escribió cuando su sordera fue total y definitiva. Esa Oda comienza precisamente  con el inolvidable canto: ¡Alegría, bella chispa divina!(1) La alegría va más allá del simple buen humor y se relaciona con nuestro ser y nuestro quehacer en el mundo y es un rasgo típico y exclusivamente humano.

(1) Freude, schöner Götterfunken,



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