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Freude, schöner Götterfunken.¡Alegría, bella chispa divina! |
Escucho en los programas de radio y leo en
la prensa escrita que se cita un lugar común: hablar de la felicidad y de
la búsqueda de la felicidad. Pero de tanto nombrarla y de tanto desearla se
convierte en un tema serio. Me gusta imaginar
a la felicidad como un gran plato fuerte al que le falta algún aderezo,
algún condimento que -por pequeño que
parezca- hace la gran diferencia. Ese
gran condimento, esa condición para ser feliz es la alegría. Me es difícil imaginar a un ser humano feliz que no sea
alegre. La alegría, en su origen, es una semillita -como muchas que llevamos en nosotros- que
elegimos cuidar,alimentar,para que crezca vigorosa. La alegría humana no tiene
que ver nada con la sociedad de consumo y consumo -que es el rasgo de los últimos setenta años. La alegría nace no de tener cosas y
muchas cosas sino de haber encontrado una tarea
a la cual dedicar lo mejor de nuestra vida y seres humanos a los
cuales entregamos lo mejor de
nuestros sentimientos de amor y solidaridad. Las filosofías, las iglesias, la
poesía, siempre han asociado a la verdadera alegría con nuestro destino trascendente. Nuestro amado
Beethoven tomó los versos de Schiller conocidos como Oda a la Alegría para
coronar su propia vida y su más grande y sublime sinfonía -que escribió cuando su sordera fue
total y definitiva. Esa Oda comienza precisamente con el inolvidable canto: ¡Alegría,
bella chispa divina!(1) La alegría va más allá del simple buen humor y se
relaciona con nuestro ser y nuestro quehacer en el mundo y es un rasgo
típico y exclusivamente humano.
(1) Freude, schöner Götterfunken,
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