Es
verano.Por la tarde. El sol ha descendido y sopla una brisa fresca, suave.Entre
el jacarandá y los grandes y brillantes ficus que crecen a izquierda y derecha
de mi camino escucho, de pronto, una voz amable que me pregunta: ¿Es la séptima
cuadra? Volteo y está a unos pasos un hombre ciego con su bastón y un rostro sonriente.
Veo a la primera casa y le respondo: No, señor, estamos aún en el 620. Me
respondió el hombre: Muchas gracias, ya falta poquito: Así es, le dije, y su
cara sonriente quedó impresa en mi memoria. Esta escena no tiene nada de extraordinaria excepto por
la capacidad que tuvo de remitirme a la Parábola del joven tuerto de Francisco
Rojas González. Un joven tuerto padeció
de las burlas de sus compañeros escolares. Pero un día en la fiesta de su
pueblo recibió el impacto de uno de los cohetes .El joven tuerto se convirtió en
ciego. Pasado el tiempo y conversando el joven con su madre surgió un
comentario: Mamá, cuando era tuerto los muchachos se burlaban de mí, ahora que
soy ciego todos me ayudan a cruzar la calle. He conectado ambas escenas y
descubro con cuanta abundancia recurrimos a dulcificar las realidades pues en
nuestra lengua hay nombres para casi todo y así el que no ve es ciego y a quien
le falta un brazo es manco. Por otro lado nuestra cultura tiende a burlarse de
la limitación del tuerto pero es compasiva con el ciego. Como el buen café,
estas realidades me ayudan a comprender la vida humana del primer al último sorbo.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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sábado, 5 de enero de 2013
lunes, 22 de febrero de 2010
Daño y maldad
Daño y maldad. Son dos términos diferentes entre sí pero suelen ser confundidos. El daño es lo que se echa a perder, lo que se estropea. Hoy estamos inmersos en un océano noticioso que se difunde instantáneamente mostrándonos los perjuicios materiales y las pérdidas de vidas humanas humanos causados por los terremotos, huracanes, tifones, inundaciones y el frio boreal invernal. Todo este conjunto de daños tienen su origen en las fuerzas naturales desplegadas. La maldad por su parte, sólo se entiende como una conducta ejercida por los seres humanos con la intención de dañar a otros seres vivos. Esa intencionalidad es lo que hiere, lastima y deja huellas profundas que se trasmiten de generación en generación en forma de resentimiento, desconfianza, prejuicios.Pensemos en los crímenes, las guerras, los despojos, las violaciones, el robo. Pero cuando la naturaleza embate y somos sus víctimas es fácil, relativamente, sobreponerse ante las pérdidas porque la naturaleza por definición así es y no abriga la intención de dañarnos. Tal vez lo que digo no es un consuelo inmediato ni mágico para nadie pero al permitirnos profundizar en estos términos podemos alcanzar una perspectiva más sana ante la vida y sus imponderables.
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