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sábado, 5 de enero de 2013

La séptima cuadra




Es verano.Por la tarde. El sol ha descendido y sopla una brisa fresca, suave.Entre el jacarandá y los grandes y brillantes ficus que crecen a izquierda y derecha de mi camino escucho, de pronto, una voz amable que me pregunta: ¿Es la séptima cuadra? Volteo y está a unos pasos un hombre ciego con su bastón y un rostro sonriente. Veo a la primera casa y le respondo: No, señor, estamos aún en el 620. Me respondió el hombre: Muchas gracias, ya falta poquito: Así es, le dije, y su cara sonriente quedó impresa en mi memoria. Esta escena  no tiene nada de extraordinaria excepto por la capacidad que tuvo de remitirme a la Parábola del joven tuerto de Francisco Rojas González. Un joven  tuerto padeció de las burlas de sus compañeros escolares. Pero un día en la fiesta de su pueblo recibió el impacto de uno de los cohetes .El joven tuerto se convirtió en ciego. Pasado el tiempo y conversando el joven con su madre surgió un comentario: Mamá, cuando era tuerto los muchachos se burlaban de mí, ahora que soy ciego todos me ayudan a cruzar la calle. He conectado ambas escenas y descubro con cuanta abundancia recurrimos a dulcificar las realidades pues en nuestra lengua hay nombres para casi todo y así el que no ve es ciego y a quien le falta un brazo es manco. Por otro lado nuestra cultura tiende a burlarse de la limitación del tuerto pero es compasiva con el ciego. Como el buen café, estas realidades me ayudan a comprender la vida humana  del primer al último sorbo.

lunes, 22 de febrero de 2010

Daño y maldad

Daño y maldad. Son dos términos diferentes entre sí pero suelen ser confundidos. El daño es lo que se echa a perder, lo que se estropea. Hoy estamos inmersos en un océano noticioso que se difunde instantáneamente mostrándonos los perjuicios materiales y las pérdidas de vidas humanas humanos causados por los terremotos, huracanes, tifones, inundaciones y el frio boreal invernal. Todo este conjunto de daños tienen su origen en las fuerzas naturales desplegadas. La maldad por su parte, sólo se entiende como una conducta ejercida por los seres humanos con la intención de dañar a otros seres vivos. Esa intencionalidad es lo que hiere, lastima y deja huellas profundas que se trasmiten de generación en generación en forma de resentimiento, desconfianza, prejuicios.Pensemos en los crímenes, las guerras, los despojos, las violaciones, el robo. Pero cuando la naturaleza embate y somos sus víctimas es fácil, relativamente, sobreponerse ante las pérdidas porque la naturaleza por definición así es y no abriga la intención de dañarnos. Tal vez lo que digo no es un consuelo inmediato ni mágico para nadie pero al permitirnos profundizar en estos términos podemos alcanzar una perspectiva más sana ante la vida y sus imponderables.